Ya sabemos de sobra que los planes de Trump son convertir la inteligencia artificial en una infraestructura sobre la cual aumente la productividad de la economía en su totalidad y hacer de Estados Unidos la cuna de todo esto. Se buscan cambios revolucionarios como los que hubo con la aparición de internet, el ferrocarril o las telecomunicaciones.
La apuesta es total ya no solo por parte del gobierno estadounidense, si no también por las principales empresas tecnológicas, quienes están haciendo “malabares” con acuerdos de inversión a cambio de inversión y, que sinceramente, cuesta seguir el rastro del dinero.
Sin embargo, no todo lo paga el dinero, hay veces que se entrometen otros intereses fuera de lo económico y que pueden frenar todo esto. Hablamos, como no, de la geopolítica.
Para que Estados Unidos pueda finalmente posicionarse como esa cuna de la inteligencia artificial es necesario que se realicen inmensas inversiones en centros de datos que empleen los mejores y más eficientes chips de forma que se pueda optimizar el entrenamiento de nuevos modelos a un coste relativamente controlado.
Para la construcción de estos centros de datos no solo hace falta una mano de obra altamente cualificada, si no también unas materias primas muy específicas y concretas a la vez que difíciles de obtener. Estas son las llamadas tierras raras y se usan para la producción de imanes, semiconductores, fibras ópticas, etc.
El problema viene cuando vemos quienes son los países donde mayores reservas de estas tierras raras hay, así como sus principales productores: China y Brasil, ambos muy amigos de Estados Unidos.
China es el claro dominante en la producción y procesamiento de estas tierras raras, con aproximadamente el 69% de la minería global y el 92% de su refinamiento. Además de poseer unas 44 millones de toneladas métricas de reservas. Gracias a esto es el fabricante del 98% de los imanes permanentes de todo el mundo, un componente clave en la producción de discos duros o sistemas de enfriamiento que ayudan a hacer más eficientes las infraestructuras necesarias para el entrenamiento y desarrollo de nuevas IAs.
Brasil, por su parte, destaca más por sus reservas, contando con 21 millones de toneladas métricas y posicionándose como el segundo mayor poseedor de reservas. Sin embargo, su producción es muy escasa en relación con estas reservas, con tan solo 80 toneladas métricas al año frente a las 270.000 toneladas métricas que produce China.
Esto plantea un serio problema para estos planes de Estados Unidos. Ya no solo está sobre la mesa si estas inversiones podrán o no rentabilizarse en el futuro, si no que también se ha de cuestionar si se van a poder realizar o no.
Las tensiones entre Estados Unidos y China no han dejado de aumentar desde la llegada de Trump al espectro político. Ni siquiera hubo tregua cuando Biden tomó el relevo en 2020. Esto le da mucha fuerza de negociación a China, quien perfectamente podría limitar el comercio de estas tierras raras de igual forma que Estados Unidos limita el comercio de ciertos chips.
Veremos a ver cómo acaba cerrándose este capítulo. El escenario ideal sería uno en el que se vuelve a abrir el comercio internacional ante la incapacidad de poder avanzar en la decisión deseada en un entorno de comercio internacional en declive. Sin embargo, la tendencia no invita a ser especialmente optimista a este respecto.
De cara a la sesión de hoy tenemos a las bolsas europeas cayendo ligeramente, mientras que los futuros de Estados Unidos suben un 0,16%. El oro hoy sube un 1% después de la caída cercana al 5% de ayer y los tipos y el dólar permanecen planos.
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