Los aranceles de Trump están provocando uno de los movimientos más feos en los mercados desde la pandemia de 2020. Aunque ya se anticipaba cierto endurecimiento en las relaciones comerciales, el anuncio del miércoles pasado cogió a todos por sorpresa: Trump decidió imponer aranceles de forma generalizada al resto del mundo. ¿El motivo? Según él, «el mundo lleva demasiado tiempo aprovechándose de Estados Unidos». Lo definió como «el momento de la liberación de Estados Unidos».
El problema es que ese argumento se desmonta solo. Lo realmente llamativo es que Trump parece asumir que el resto del mundo no entiende lo más básico de economía. Su justificación para imponer aranceles a sus socios es que estos hacen lo mismo con EE. UU. Pero si uno se toma la molestia de investigar, se da cuenta de que en realidad Trump está confundiendo aranceles con déficit comercial.
Déficit comercial no es lo mismo que aranceles
Para quien no lo tenga claro: el déficit comercial es simplemente la diferencia entre lo que un país importa y lo que exporta. Si compras más de lo que vendes, tienes déficit; si vendes más de lo que compras, tienes superávit. Esto no es necesariamente bueno o malo, depende del contexto.
Por ejemplo, puedes tener déficit con China pero superávit con EE. UU., lo que no implica que haya ninguna injusticia, simplemente es una cuestión de flujos comerciales. Incluso tener déficit con todos los países no tiene por qué ser un problema, especialmente si tu economía está basada en sectores como los servicios tecnológicos, como ocurre con Estados Unidos desde hace décadas.
Luxemburgo es un gran ejemplo: tiene un déficit comercial enorme, pero es uno de los países más ricos del mundo gracias a su especialización en servicios financieros. No produce todo lo que necesita, así que importa. Simple.
¿Por qué entonces Trump está obsesionado con el déficit comercial?
Porque hay una parte del país que se ha quedado atrás. Aunque la riqueza total de EE. UU. ha crecido, está muy mal repartida. Mientras estados como California o Nueva York tienen un PIB per cápita superior a los 70.000 dólares, otros como Misisipi apenas superan los 35.000. La razón es clara: los estados ricos se han adaptado a una economía de servicios de alto valor añadido; los demás han visto cómo la globalización destruía su tejido industrial.
Este es el lado crudo del capitalismo: si no te adaptas, te quedas fuera. Y para quienes no quieren adaptarse, ahí está el Estado —y ahora Trump— para ofrecer una alternativa proteccionista.
Trump lo ha dicho claro: si las empresas no quieren pagar aranceles, que traigan de vuelta las fábricas a Estados Unidos. Pero lo que no cuenta es que China ha reemplazado a EE. UU. como la fábrica del mundo porque produce igual de bien y mucho más barato.
Competencia imposible
El PIB per cápita de China a cierre de 2023 es de 12.600 dólares, un 64% menos que el estado más pobre de EE. UU. Vietnam, otro competidor fuerte, tiene un PIB per cápita de apenas 4.300 dólares. Los costes laborales en estos países hacen imposible competir desde Estados Unidos, incluso con aranceles.
Por tanto, los aranceles solo encarecerán los productos que hoy los estadounidenses compran más baratos. Y eso, evidentemente, impactará en su nivel de vida.
Europa propone, Trump ignora
Europa ofreció a EE. UU. un acuerdo de aranceles cero en bienes industriales, especialmente automóviles. La respuesta de Trump fue tan absurda como preocupante: aseguró que Europa fue creada para dañar a EE. UU. comercialmente, y que llevamos décadas “siendo muy malos con ellos”. Según él, exportamos millones de coches a Estados Unidos pero no compramos los suyos… no porque nuestros coches sean mejores, sino porque todo está montado para perjudicarles.
El nivel de desinformación es tal que asusta. Y los efectos ya se están viendo: menor generación de riqueza, precios más altos y un estilo de vida que se resiente.
Howard Marks lo resume perfectamente
Howard Marks, uno de los mayores referentes en inversión en crédito, lo explicó con una metáfora muy clara: “los italianos hacen la mejor pasta y los suizos los mejores relojes”. Si se acaba el comercio internacional y cada uno tiene que fabricar lo que antes importaba, todos viviremos peor. Nadie gana.
La moraleja es evidente: si el comercio global se revierte, también lo hará nuestro nivel de bienestar.
Recesión y estanflación a la vista
Este retroceso en el comercio global aumenta el riesgo de recesión. Y no solo eso, también implica subidas de precios. Esto nos puede llevar al peor escenario: la estanflación, una mezcla de inflación y estancamiento económico.
Aunque técnicamente no hablaríamos de inflación sostenida, sí veremos subidas de precios puntuales por el ajuste de los nuevos aranceles. Si llega la recesión, los precios probablemente caerán. Pero el daño ya estará hecho.
EE. UU. será el más afectado, pero no el único
Estados Unidos será el país más expuesto si se aísla del comercio global. Pero al ser aún la primera potencia económica, sus decisiones afectan a todo el mundo. El impacto se notará también fuera, en especial en Europa.
Impacto en los mercados e inversión
Los mercados han reaccionado con fuerza: las bolsas caen más de un 15% y acumulan pérdidas del 20% en lo que va de año. La renta fija también refleja el nerviosismo, con caídas en los tipos y aumento en los spreads de crédito. Estamos ante un movimiento claro de aversión al riesgo.
Ahora, lo único que queda es mirar hacia adelante y adaptar nuestras inversiones. Ya antes de esto veíamos con mejores ojos los mercados europeos. Las valoraciones en EE. UU. estaban excesivamente altas, algo que se evidenció con la irrupción de DeepSeek, que puso en duda las ventajas competitivas de muchas tecnológicas estadounidenses.
Europa: oportunidad en medio del caos
Aunque el crecimiento europeo era más débil que el de EE. UU., ahora la situación está cambiando. Europa prepara un paquete de estímulos fiscales y monetarios que puede dar un fuerte empujón a su economía.
De cara al futuro, hay dos escenarios: o esto se mantiene (o empeora), o se revierte. Si se mantiene, la recesión global es casi segura. Si se revierte y se retiran los aranceles, podríamos ver una recuperación en V, como ocurrió en 2020 tras la pandemia.
¿Hay margen para el optimismo? Poco
El escenario optimista tiene pocas probabilidades. Trump cree tener clara la causa del problema: sus socios comerciales venden mucho a EE. UU., pero compran poco. Y mientras su círculo más cercano —con la excepción de Elon Musk— le siga dando la razón, es difícil que cambie de postura.
La única posibilidad de rectificación sería una recesión que afecte directamente al votante medio y ponga en riesgo su reelección. Pero para eso, antes tienen que empezar a romperse cosas.
Europa: efectos dispares, pero manejables
En Europa, el impacto será desigual. En España, el efecto directo es limitado (aunque mayor vía sectores como el automovilístico). Además, no tenemos problemas para financiar con deuda a corto plazo, lo que mitiga los efectos inmediatos. El largo plazo es otra historia: la deuda sigue siendo el elefante en la habitación.
Pero eso será problema del “yo del futuro”. Ahora toca centrarse en salir de esta lo mejor posible. Luego ya veremos.